Camino a niguna parte I
¡Gru!
Aurora se despertó con un grito ahogado.
Cada uno de los almendros huecos e inertes que la rodeaban brillaban con un resplandor cercano a la muerte, y los relámpagos hacían rápidas apariciones en el congestionado firmamento.
Recogió sus rodillas y se cobijó bajo su larga melena, esperándo a que los ángeles dejaran de llorar por un momento.
¡Lai!
Sus gritos no encontraban dueño.
La tormenta se expandía. Los relámpagos se acercaban peligrosamente a su posición. Las llamas de sus ojos ardían en odios de soledad. Desesperación.
¡La otra niña! ¡Niño sin cejas! ¡Edgar!
Se retorcía. Vomitaba. Temblaba. Gritaba.
Pero al fin se calmó.
Salvadme... Soy muy pequeña. Y el miedo no tiene límites.
Aurora se despertó con un grito ahogado.
Cada uno de los almendros huecos e inertes que la rodeaban brillaban con un resplandor cercano a la muerte, y los relámpagos hacían rápidas apariciones en el congestionado firmamento.
Recogió sus rodillas y se cobijó bajo su larga melena, esperándo a que los ángeles dejaran de llorar por un momento.
¡Lai!
Sus gritos no encontraban dueño.
La tormenta se expandía. Los relámpagos se acercaban peligrosamente a su posición. Las llamas de sus ojos ardían en odios de soledad. Desesperación.
¡La otra niña! ¡Niño sin cejas! ¡Edgar!
Se retorcía. Vomitaba. Temblaba. Gritaba.
Pero al fin se calmó.
Salvadme... Soy muy pequeña. Y el miedo no tiene límites.