Siento como me abandona el fantasma del amor, introduciéndome en las castas sombras de la devoción.
Él es el causante de mi sonrisa, Credo de mis noches silenciosas.
Su voz me arranca el alma rota, y me la duelve llena de remiendos.
Llevaría su cruz si me lo pidiera, convirtiéndola en mi maldición.
No me rendriré, mientras haya un lugar entre sus brazos.
¿Romperá este dolor que hábita en mis ojos, Perdiéndome en los difusos brazos del destino?
Te amo.
Por eso me estás matando.